"Familias y sistemas amplios", de Evan Imber-Black (2000).

 

"Las familias, así como poseen ´reglas´ relativas a la interacción entre sus miembros, también tienen ´reglas´ que rigen la interacción con los sistemas amplios. Esas reglas pueden ejercer una gran influencia en el ingreso de los sistemas amplios en la esfera familiar. Tal regla, que muchas veces no se comunica a los sistemas amplios, inevitablemente hace que el ingreso de estos en la esfera familiar sea muy problemático, y con frecuencia establece una pauta de creciente persecución y distanciamiento entre los asistentes y la familia, a consecuencia de la cual los primeros califican a la familia de resistente, reservada o poco dispuesta a cooperar, y ésta califica al sistema amplio de perturbador y entrometido".

He querido hacer una pequeña reseña en el blog a este libro cuya lectura que acabo de terminar, sobre todo, porque mientras lo leía he visto reflejadas diversas situaciones vividas en primera persona en mi experiencia profesional en los Servicios de Orientación Educativa y Psicopedagógica.

Llegué a esta obra debido a las frecuentes referencias que Ricardo Ramos hacía en Terapia Narrativa con familias multiproblemáticas (2015), al referirse a cómo el modo en que la familia se relaciona con los sistemas amplios puede influir, o mejor dicho, puede condicionar el trabajo de los profesionales que integran dichos sistemas amplios con la familia.

Es éste un tema de vital importancia y al que no siempre se le otorga la importancia necesaria, ya que en ocasiones se etiqueta a una familia como "resistente" o "poco colaboradora" con respecto a los servicios a los que ha sido derivada, cuando, en muchas ocasiones, detrás de esa "resistencia" se encuentra una derivación mal gestionada. 

Entendemos por "sistemas amplios" a aquellos servicios, tanto públicos como privados, que interaccionan con una familia en el transcurso de una intervención: por ejemplo, en el caso concreto de un alumno/a con dificultades de aprendizaje, serían sistemas amplios: el Equipo de Orientación Psicopedagógica, el centro de valoración de la discapacidad, las entidades que proporcionan las diferentes terapias e incluso, otros gabinetes privados a los que el alumno/a o su familia acuden para recibir tratamientos diversos.  

Ya había tenido algún contacto con esta misma temática a través de la lectura de algunos artículos, como La estructura familiar y los efectos desestructurantes de los servicios asistenciales (Colapinto, 1991) o ¿Protección o maltrato institucional? Una encrucijada en las políticas de atención al menor (Linares, 2011), pero el acercamiento a este libro me ha permitido reflexionar acerca de la vital importancia que cobra en nuestro trabajo con las familias la forma en la que gestionemos la relación con los servicios educativos, sociales  y sanitarios con los que establecemos las relaciones de coordinación necesarias para la atención de un caso concreto. 

En el transcurso de la lectura me han surgido interrogantes como:

  • En el trabajo con las familias, ¿prestamos más atención a sus problemas y déficits que a sus propios recursos?
  • Cuando recibimos a una familia que ha sido derivada por otro servicio, ¿dedicamos un tiempo a explorar la historia de relaciones de la familia con otros sistemas amplios, no sólo para no repetir acciones intentadas fallidas, sino para explorar con ella de qué forma les han ayudado o le están ayudando otros servicios externos?
  • ¿Reflexionamos sobre la importancia de la utilización de rótulos o etiquetas diagnósticas al referirnos a los niños/as y sus familias, y el alcance que adquieren al plasmarlos en informes técnicos?
  • ¿Percibimos que para una familia, el tener que relacionarse con múltiples servicios externos puede constituirse en un problema que antes no tenía, es decir, que puede que estemos añadiendo una dificultad más a la familia? 
Te animo a reflexionar sobre estas cuestiones, y a leer esta obra de Evan Imber-Black, si no la conoces.

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